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AIR DE PARIS. Gouaches y dibujos de Salvador Victoria (1958-1963)

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Nueva exposición temporal en el Museo Salvador Victoria.
Del 18 de octubre de 2024 a 18 de marzo de 2025.
 
Comisario Alfonso de la Torre.
 
La Fundación Antonio Pérez produjo y expuso en el Museo de la Fundación en San Clemente (Cuenca) en 2023 una exposición de Salvador Victoria titulada Air de Paris con obras sobre papel de la época del artista en París (1956-1965). Una magnífica muestra que se tuvo que prorrogar y que ahora una parte estará en el Museo Salvador Victoria y otra forma parte ya, desde el día 18 de octubre, de la exposición de Victoria, ubicada en varios espacios de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca, titulada Un mundo otro (una revisión antológica). El comisario Alfonso de la Torre ha puesto todo el interés y su profesionalidad indiscutible en estas muestras de Salvador Victoria. Agradecemos a la Fundación Antonio Pérez su valiosa colaboración en esta muestra, sin duda muy interesante para este museo, y especialmente a su director Jesús Carrascosa.
En esta presentación nada mejor que escoger algunos fragmentos del estudio de este periodo artístico de Salvador Victoria de Alfonso de la Torre:
 
SALVADOR VICTORIA: Frente a lo negro español, París cultivado.
El artista Salvador Victoria fue otro ejemplo del crecer convulso de los creadores en la complejidad y la errancia del siglo veinte; he escrito “errancia”, pues recordaba a Victoria mientras leía recientemente la correspondencia entre Theodor W. Adorno y Walter Benjamin, errantes entre la dificultad de aquel mundo, habitante de domicilios cambiantes. Benjaminiano si pensamos en ese alejamiento de Victoria de su querido Rubielos de Mora natal, luego Valencia, Ibiza, tiempo en Madrid, decenio en Paris habitante de cuatro do-micilios, vida viajera entre los museos centroeuropeos. Mas, retorno a Madrid, estadía en Cuenca (y vuelta a Rubielos, ahora). Este ir y venir semejaba el exilio de un huésped del mundo y la historia, pues estar fuera del lugar de uno hace que tengamos que recordar, luego lo haremos, al poeta Joseph Brodsky: el exilio no sólo es la errancia física entre los lugares, es una cuestión metafísica. En todo caso, una tragedia algo dulcificada pues Victoria fue recibido en la capital francesa con cierta hospitalidad como tantos artistas extranjeros tras la postguerra mundial, en especial los hispanos.
Desde la crítica de arte hemos aludido en numerosas ocasiones a la diáspora de los artistas españoles, algo simbolizado en su presencia numerosísima en el Colegio de España de la Cité Universitaire, aquel Monasterio español, en la palabra de nuestro artista, luego lo citaremos. Victoria en París desde 1956, hasta su retorno a España en 1965. Y para volver entre nosotros fue fundamental la renovación que, desde Cuenca, impulsó el Museo de Arte Abstracto Español, nuestro primer museo democrático.
Nada sería de la vida sin la contemplación. Dibujaba Victoria con vértigo desde aquel decir lento, abierto un abismo entre la claridad de unas reflexiones formales que carecían de ornamentación inútil. Permitiendo así la irrupción de lo no dicho mediante la muestra de una voz insólita, tal quien ejerciese en la vigilia un estado de atención, quedando sus imágenes elevadas como si gozasen del don de revelarse mas sin apartar esa posesión del misterio, un misterio completo y una fuerza emocional extrema: sus obras pertenecen al silencio de una mirada concentrada. Mas, dígase ya: contemplando este 2023 tal racimo de dibujos, pensaba, es más fácil encontrarle a Victoria frente a las obras de Sam Francis, Helen Frankenthaler o Joan Mitchell que con la pintura española de ese tiempo, sumergida en la austera negritud que era común en los artistas de la brava veta informalista. Este asunto, el del color, será un hecho diferencial en el corpus de la obra de Victoria y especialmente significativo. Tras lo revisado sobre este tiempo francés, no será extraño que la prensa internacional, “Die Welt” en concreto, subraye en 1960 ese contraste en su obra, oponiendo que, frente a la “negrura española, París cultivado”. Por eso, a veces ha pasado desapercibida esa mención capital del matissiano Pierre Schneider, -en “Arts International”, ese mismo año-, Victoria ejemplificaría el triunfo en Europa de un estilo trans-continental, que permitiría al crítico comprender encontrándose los estilos de Vedova y Victoria. Algo reiterado enseguida por Keith Sutton quien observaba la distinción de la pintura de Victoria, el aspecto diferenciado, su carácter menos racial.
 
Dibujar, tal vez soñar, pensé como otro título de esta exposición, otro color invisible para explicarlo. Soberanía del color en Victoria, así sucederá en la mayoría de sus dibujos, como es posible contemplarlo ahora, donde los azules, malvas o rojos acompañan los episodios sígnicos de las composiciones. “Un camino de pureza”1, en la palabra del artista, estos papeles devienen un solemne ejercicio del dibujar, verdadera escritura en el espacio tal panorama de signos y movimientos, ritmos que toman aquella extensión, caligrafía inmemorial, como si hubiese decidido el artista evocar escrituras prexistentes, ideogramas tentados antes del tiempo de la escritura.
 
Alfonso de la Torre.